Auto-stop en Laos o la ayuda mutua más allá de las fronteras

Viajar en auto-stop es la excusa. La excusa para mezclarse con la gente de verdad de Laos. No solo la que en Laos, o en cualquier país del mundo, trata de venderte solo la parte amable de cada lugar. Y quien se queda con eso se queda solo a mitad del camino de comprender la idiosincrasia de cada pueblo.
Hacer auto-stop no es una mera cuestión de dinero. Y si. Es demostrar que el mundo es de todos y que quien viaja de un sitio a otro puede cederte un hueco en su camioneta.
Pero hacer auto-stop, o dormir en casa de un nativo, o lo que sea que surja allá donde viajes, implica más cosas. Implica que el “huésped” aprecie que alguien sienta curiosidad por su país o su cultura. También que el “invitado” entienda que hay un lenguaje universal basado en gestos, en sonrisas y en buena voluntad. Y que ese lenguaje quiebra las fronteras que suponen el idioma o las costumbres de cada pueblo. Que, aunque en Laos aún no entiendan que significa eso de recoger en carretera a un desconocido, o que te indiquen la estación de autobuses o te miren con cara rara, siempre habrá un laosiano intrépido y afable que se aventurará en recoger a un “falang” (así es como nos denominan a los extranjeros) y empezará a contarte algo que no entenderás, pero que seguro te hace sonreír.
Auto-stop sin fronteras
La comunicación no solo es entenderse, es también comprenderse y ponerse en el lugar de otro. Y esa habilidad no entiende de fronteras, así que aquí estamos. Un poquito más al sur de Laos, en frontera casi con Camboya, viajando en auto-stop, gracias a unas personas que sin entendernos nos comprendieron, que nos enseñaron que cooperar entre desconocidos une. Lo demás es sólo tratar de separarnos.
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